Génesis del Conflicto
1827, Pedro Trujillo, enviado especial chileno en Lima, vuelve a Santiago con pésimas noticias para el gobierno. El gobierno del Perú se mostró indiferente hacia la propuesta de un tratado comercial con Chile. La guerra con Colombia fue la razón esgrimida por Lima para no comerciar en forma directa con Chile. Consecuencialmente, la decisión tenía otra arista: Se mantenía el impuesto de 3 reales por fanega al trigo chileno. La deuda que Perú mantenía con Chile, respecto de los gastos incurridos por éste en la liberación del Perú, del pago de sueldos y de los pertrechos de la expedición libertadora fue puesta sobre la mesa por Trujillo, indignado por el trato despectivo de la cancillería limeña. Sin embargo, el gobierno optó por destituir a Trujillo y dejar el asunto en stand by.
Tres años más tarde, el gobierno vuelve a insistir a través de Miguel Zañartu. El entonces presidente Gamarra volvió a mostrarse indiferente respecto a la propuesta chilena, y en 1931, se gravó nuevamente la internación de trigo con 7 reales por cada 150 kilos de grano, gesto que fue entendido en Chile como un intento de sacar del mercado el negocio del trigo chileno.
En Chile, el gobierno chileno, de la mano de su ministro más autoritario, Diego Portales, reaccionó castigando el azúcar peruano, gravando en 6 reales por arroba su importación. La recarga al azúcar peruano resultaba legítima para las autoridades chilenas, toda vez que el Perú no había devuelto un solo peso de los $10.950.000 que por decreto, se había comprometido a pagar. La acción del ministro Portales ya se hacía belicosa, frente a la considerada “ladina política chola”, como lo demuestra una carta del Ministro Portales a su amigo Antonio Garfías, el 30 de agosto de 1832:
"Hemos puesto a los azúcares peruanos tres pesos en arroba, resolución que puede muy bien arrancar o mover al gobierno peruano a tomar la medida de gravar por ejemplo con un veinte por ciento las mercaderías que se internasen en sus puertos después de haber pasado por el de Valparaíso, y he aquí un paso que destruiría nuestros almacenes de depósito y nuestro comercio, y entonces no habría otro recurso que volver atrás con la más vergonzosa degradación, y liberarles los azúcares de todo derecho si así lo querían los peruanos o irnos sobre ellos con un ejército: reflexione usted bien y encontrará que es muy posible que el Gobierno del Perú así proceda (al menos yo en su lugar lo haría) y que verá igualmente, llegado este caso, no nos queda otro recurso que uno de los dos que dejo apuntados[1]".
Con la finalidad de poner fin a toda hostilidad, el gobierno chileno de José Joaquín Prieto, logra firmar con el Perú un Tratado de Amistad, Comercio y Navegación en 1835. Sin embargo, problemas intestinos entre el presidente Luis José de Orbegoso y el general Santiago Salaverry, quién apoyado por el general Pedro Pablo Bermúdez, se lanzan en un franca guerra civil, atacando entre otras localidades el puerto de cobija, en territorio chileno, pero de administración boliviana, esto porque Salaverry, ya en la presidencia, luego de derrotar a Orbegoso, decretó una guerra a muerte contra el mariscal Andrés de Santa Cruz, pagando incluso una cantidad de dinero por la muerte de cualquier boliviano.
Obregoso, sin embargo, logró con sus tropas, contraatacar el levantamiento de Salaverry y Bermúdez, con su gran aliado, el mariscal Andrés de Santa Cruz. En ese intertanto, el mariscal boliviano ya tenía los ojos puestos sobre el Perú y su territorio. Así lo constan sus propias palabras:
"...mi deseo es dejar a los peruanos entregados a sus propias pasiones mientras se acaban de dislocar y mientras pasan nuestras elecciones, hasta que probablemente, conducidos por sus desgracias, se entreguen en nuestros brazo. Sangre fría es necesaria entre tanto, y mucha vigilancia que no cesaré de recomendar a Ud.[2]"
Autores de nuestras propias letras, testigos de los acontecimientos, narraban de igual forma los hechos alarmantes del Perú, ya existían precedentes de Santa Cruz y los fines que perseguía:
“El motín militar de El Callao, encabezado por Salaverry el año de 1835 contra el presidente Obregoso, había atraído al año siguiente sobre el Perú, la sangrienta intervención del presidente de Bolivia Andrés Santa Cruz. Tiempo hacía que este jefe ambicioso y sagaz, maduraba la idea de dotar al país mediterráneo que gobernaba con una salida marítima que poniéndole en contacto más directo con el mundo mercantil, facilitase el expendio de los ricos y variados productos de su precioso suelo.[3]”
De aquella unión con las provincias peruanas nació la Confederación Perú- Boliviana, creada por decreto, el 28 de octubre de 1836. Un efecto inmediato de las políticas e influencias de Santa Cruz, fue el desconocimiento del tratado firmado con Chile anteriormente, y la aplicación de nuevos gravámenes contra el trigo y la harina chilenos. Santa Cruz, hombre decidido y conocedor de la importancia de Valparaíso como puerto preferido del comercio que abastecía el cono sur, decidió neutralizar la hegemonía comercial del puerto chileno, atacando a su gobierno, y valiéndose de chilenos exiliados en Lima, por el gobierno de Prieto y la mano firme del ministro Portales, que en materias comerciales, estaba dando sus frutos.
“Los emigrados chilenos residentes en Lima, que alimentaban un odio inextinguible por Prieto y Portales, iban a ser los instrumentos de un plan que libraría de toda responsabilidad exterior a su autor. La noche del 7 de julio de 1836, zarpaban del Callao dos barcos de guerra peruanos. El gobierno de Lima, bajo la fingida apariencia de darlos en arriendo, los había puesto a disposición del general Ramón Freire para expedicionar contra el gobierno de Chile. Sin embargo, el golpe fracasó. Ambos barcos cayeron en manos de las autoridades chilenas y Freire, luego de sufrir un proceso, caminó de nuevo al destierro.[4]”
Sin embargo, en los círculos más autoritarios del gobierno, esto fue la gota que colmó el vaso. El ministro Portales, utilizando su influencia sobre el gobierno, ordenó que se despacharan dos barcos de guerra a apresar en el Callao a tres buques peruanos. Santa Cruz reaccionó declarando el embargo de tres buques mercantes chilenos hasta que se firmó un acuerdo entre Santa Cruz, y el enviado chileno Victorino Garrido, donde se proponía que éste último, llevase a Santiago una proposición de acuerdo definitivo entre ambos países. El acuerdo fue completamente desautorizado por Portales, quién por medio del presidente Prieto, envió a don Mariano Egaña, con el siguiente ultimátum a Santa Cruz:
· El fin a la alianza confederada entre los Estados.
· Explicaciones por el arresto del Cónsul de Chile.
· Indemnización por los daños producidos por la aventura golpista del general Ramón Freire.
· Reconocimiento de las deudas que el Perú mantenía con Chile.
· Limitación de las fuerzas de la Marina de Guerra del Perú.
· Fin a las hostilidades comerciales.
Comienzan las hostilidades
La diplomacia de Egaña resultó un fracaso. Desbaratar
El gobierno, ya consideraba que el desmantelamiento de la Confederación, era la única garantía posible para la actividad comercial nacional, y para la estabilidad de América del Sur, ya que veía a Santa Cruz, y a su título de protector, como una amenaza contra su propia soberanía.
“El gobierno de Chile consideraba como una medida de seguridad la destrucción de ese poder vecino y colosal con bases militares que había conquistado Perú y que extendía al Ecuador sus miradas ambiciosas. Temía además que Santa Cruz consiguiese realizar el pensamiento que, en su ambiciosa niñez, aprendió del general Bolívar, esto es, la creación de un trono americano que habría sido una amenaza perpetua para nuestra seguridad y desarrollo futuros[5].”
Con este objetivo, se envía una nueva expedición al mando del almirante Manuel Blanco Encalada. Las instrucciones del ministro Portales, son claras, respecto a su posición frente a la existencia misma de la confederación:
“La Confederación debe desaparecer para siempre jamás del escenario de América. Por su extensión geográfica; por su mayor población blanca; por las riquezas conjuntas del Perú y Bolivia; apenas explotada ahora; por el dominio que la nueva organización trataría de ejercer en el Pacífico, arrebatándonoslo; por el mayor número también de gente ilustrada de raza blanca, muy vinculadas al influjo de España que se encuentran en Lima; por la mayor inteligencia de sus hombres públicos, si bien de menos carácter que los chilenos; por todas estas razones,
Casi en forma conjunta, con el zarpe de la expedición, llamada “Restauradora” fue asesinado el ministro Portales.
“cuando se ultimaban los preparativos, el ministro Portales se dirigió a Quillota para inspeccionar parte de las fuerzas acantonadas en esa ciudad. Ocurrió entonces el motín que costó la vida del ministro, suceso que causó horror y estimuló la animosidad contra la Confederación por creerse que era parte de un plan de Santa Cruz.[7]”
Poco tiempo después, la expedición de Blanco Encalada desembarcaba en Arequipa, se apoderó de dicha ciudad e hizo frente al ejército de Santa Cruz, pero la superioridad numérica de los confederados era muy superior a la expedición chilena y Blanco Encalada celebró una capitulación en Paucarpata. Ahora bien, según Sergio Villalobos, esta “capitulación” es uno de los tantos triunfos morales de la historiografía peruana, deseosos de anotarse un triunfo sobre Chile. En primer lugar, Blanco Encalada era un americanista, supuesto miembro de la secreta logia lautarina, y en Perú, era reverenciado de la misma manera que Ohiggins y Freire, por su desempeño en la expedición libertadora. Sin embargo, las palabras de Blanco Encalada hablan por si solas:
“En estas circunstancias, en situación tan apurada y crítica, desprovistos de medios, de movilidad, de subsistencia, de vestuario competente para atravesar la cordillera, con un enemigo muy superior al frente ¿Qué movimiento ofensivo podía yo tentar? ¿Qué éxito podía prometerme de buscar al enemigo, a un enemigo poderoso, dueño de todas las posiciones ventajosas que a cada paso proporciona una sierra para combatir, aún siendo en inferioridad de número? ¿No hubiera la ejecución de un proyecto tan desatinado e irracional, atraído la destrucción de todo el ejército? ¿Aprovechaba este inútil sacrificio a la causa que defendíamos? ¿Importaba al honor de la madre patria el exterminio de tres mil de sus mejores hijos? Respondan, no los militares instruidos, sino los hombres mas ajenos de la profesión de las armas, con tal que tengan sentido común y buena fe.[8]”
El escepticismo hace sus sugerencias al revisar los principales puntos de la “Capitulación”:
"Habrá paz perpetua y amistad entre
En ningún punto del pacto se aprecia una imposición por parte de Santa Cruz. Es más, se logró el reconocimiento de la deuda impaga, producto de los gastos incurridos por Chile en la expedición libertadora al Perú, y se consiguió que la expedición chilena, fuese pertrechada completamente para el viaje de regreso.
El rotundo rechazo al pacto de Paucarpata, firmado por Blanco Encalada, de parte del gobierno, hizo que éste último, destituyera y sometiera a corte marcial al ahora ex general. Inmediatamente ordenó preparar una segunda expedición, ahora al mando del general Manuel Bulnes, quién zarpó al mando de unos 5.400 hombres, con un ejército llamado “Ejército Restaurador de la libertad del Perú” Esta nueva expedición significaba una última oportunidad para muchos miembros del gobierno, frente a una oposición algo irritada por el fracaso de la expedición anterior.
“La expedición al Perú tenía todo el carácter de las grandes empresas; el encargado de dirigirla jugaba en ella el todo por el todo; o volvía a su patria con los laureles de un costoso y sangriento triunfo, o jugaba en el azar de una batalla, su crédito, su nombre y su carrera.[10]”
Aunque Bulnes fue recibido en un clima de hostilidad, la confederación se encontraba ya debilitada por las pugnas internas, ahora entre los generales Orbegoso y Nieto. Bulnes intentó conciliar la situación y al no ser oído ni considerado, optó por tomar Lima, derrotando a los confederados en el combate de Portada de Guías, el 21 de Agosto. Lejos de disuadir a las tropas de Santa Cruz, éstas se vieron indignadas por la presencia del ejército de Bulnes, consideradas como invasoras y usurpadoras.
La incorporación de las fuerzas antiprotectorado de Gamarra, proclamado Presidente del Perú, aumentó la contingencia militar del ejército restaurador, consiguiendo la victoria de Llaclla, el 17 y 18 de diciembre de 1838. El 6 de enero del año siguiente, el ejército restaurador derrotó a los confederados en el río Buin.
El triunfo en Yungay
Luego del triunfo en Buin, el ejército de Bulnes comenzó a experimentar un grave problema de desabastecimientos, lo que sumado a las enfermedades producidas por el clima y la insalubridad, por lo que se vio obligado a movilizarse hacia el norte, cuyas provincias ya se habían pronunciado contra Santa Cruz.
Como el ejército confederado no hacía frente al ejército de Bulnes, éste, decidido a darle un golpe final a las hostilidades, que ya se estaban haciendo catastróficas para la tropa, producto del cansancio y la falta de apoyo logístico, concluyó enfrentar a las tropas del protectorado en el campamento que éstos tenían junto al río Ancach, en el valle de Yungay, detrás del puntiagudo monte Pan de Azúcar.
La batalla de Yungay comenzó a las cinco de la mañana del 20 de enero de 1939, siendo uno de los puntos más difíciles de penetrar, las laderas del Pan de Azúcar.
Luego de horas de extenuantes combates, el general Bulnes decidió embestir directamente contra Santa Cruz, parapetado al otro lado del río y en una posición de difícil acceso, por estar rodeada de cerros. Hacia las tres de tarde, el Mariscal sacó de las trincheras a la infantería y ordenó perseguir a la caballería de los chilenos y liquidarla completamente. Un último intento de las fuerzas restauradoras para aplastar a las fuerzas de Santa Cruz, fue ordenado por el Coronel Fernando Baquedano, y la caballería chilena arrasó al enemigo, llegando hasta sus trincheras y dejando tras sí un reguero de cadáveres. En la confusión, la caballería confederada chocó contra su propia infantería al intentar retroceder, aumentando el dramatismo de la derrota.
Aunque el parte oficial del general Bulnes reconoció sólo 229 muertos y 435 heridos de su lado, la documentación confidencial del Secretario de Estado Mayor, Coronel Juan de Dios Romero, confiesa secretamente que los muertos chilenos fueron 807 y los heridos 735.
Vencido y humillado, el "Protector" Santa Cruz escapó despavorido hasta Lima, dejando abandonadas todas sus pertenencias en Yungay. Llegó al Palacio de Torre Tagle y se encerró en una de sus habitaciones. La leyenda dice que lloró por varias horas, durante su viaje a Guayaquil en un barco británico.
“El triunfo significó para Chile afirmar arrogantemente su independencia y adquirir conciencia de su destino nacional. La oscura colonia que siempre había estado subordinada al todopoderoso virreinato peruano, convertida ahora en república, había demostrado su vigor al derrotar a las fuerzas combinadas de Perú y Bolivia.
El entusiasmo hizo vibrar al pueblo chileno y diversos homenajes demostraron las repercusiones de la victoria. En Santiago, se construyó el barrio de Yungay, se otorgaron ascensos y condecoraciones a los vencedores y la “canción de Yungay” compuesta por Ramón Rengifo y José Zapiola, conquistó rápidamente la popularidad. Don Manuel Bulnes, comenzó a destacarse como el indiscutido sucesor del presidente Prieto.[11]”
[1] Carta de Diego Portales a Antonio Garfias. 30 de Agosto de 1832.
[2] Carta del Mariscal Santa Cruz a
[3] Pérez Rosales, Vicente. Recuerdos del Pasado. 1970. Editorial Andrés Bello. Santiago de Chile. Pág. 118Tomo I.
[4] Eyzaguirre, Jaime. Historia de Chile. 1982. Editorial Zig-Zag. Santiago de Chile Pág. 553. Tomo II.
[5] Bulnes, Gonzalo. Historia de la Campaña del Perú en 1838. Editorial Los Tiempos. 1878. Santiago de Chile. Pág. 9
[6] Carta de Diego Portales a Manuel Blanco Encalada. 10 de Septiembre de 1836.
[7] Villalobos Sergio. Chile y su Historia. Editorial Universitaria. 2005. Santiago de Chile. Pág. 243.
[8] Defensa de Manuel Blanco Encalada ante el Ministro de Estado en el Departamento de Guerra. 28 de Diciembre de 1837
[9] Artículo N° 1 del Pacto de Paucarpata.
[10] Bulnes, Gonzalo. Op. Cit. Pág. 10
[11] Villalobos, Sergio. Op.Cit. Pág. 244.